16 octubre, 2023
El sistema de salud pública en México se ha convertido en el servicio al que recurren las personas de bajos recursos y no la sociedad en su conjunto; las clases altas han desistido de usar este beneficio.
Cuatro de cada diez personas de alto estrato que tienen cobertura en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) o alguna otra institución pública, se atienden con médicos privados cuando se enferman.
No hay un esfuerzo de construcción de salud pública en México por parte de los ciudadanos con mayores ingresos que podrían contribuir con crear un sistema eficaz y bien financiado, sino de desmantelamiento, esfuerzo que beneficia a quien tiene dinero, pero perjudica al resto.
Mientras tanto, las personas de menores ingresos han dejado de atenderse, pues es habitual que los pacientes solo acudan al centro de salud cuando ya tienen una enfermedad grave, esto aunado a que llega a tomar semanas recibir atención médica.
El tiempo promedio de espera entre el primer contacto con el médico general y recibir atención quirúrgica de manera efectiva era de más de 7 meses hasta 2011. A partir de 2016, el IMSS comenzó a realizar cirugías en fin de semana, lo que se dijo aumentaría la disponibilidad de quirófanos hasta en 40%.
Un mito persistente en el país, es que todos sus habitantes tienen cobertura médica pública, pero la realidad es que tenemos un sistema público que solo atiende enfermedades caras o enfermos graves.
Los mexicanos pagan por sí mismos el 41% de sus gastos en salud, una cifra mucho mayor que el promedio de Latinoamérica, en donde solo se paga el 28%.
Así es que, nuestro médico de cabecera ha terminado siendo la farmacia, y es que de acuerdo con la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), hasta 2012 existían 20,000 médicos de farmacia que otorgan 35 millones de consultas al año y no de forma gratuita.
El costo escondido es que los médicos de farmacia recetan la compra de más medicinas, mientras que sólo alrededor del 44% de los pacientes atendidos por la Secretaría de Salud, son recetados con tres o más medicamentos en una consulta; cifra que con los primeros sube a 67%.
El gasto de salud pública en México es de 5.5 puntos del PIB, menor al gasto de países como Honduras, El Salvador y Zimbabue, y no solo es extremadamente bajo, sino que de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, un país como el nuestro, debería al menos gastar el doble de lo que gasta actualmente.
El actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha hecho esfuerzos importantes por aumentar la cobertura, pero no son suficientes. El gasto del IMSS – Bienestar típicamente usado por individuos con menor nivel de ingreso, aumentó un 7% en 2020, comparado con 2019; y en contraste, el gasto en salud de PEMEX, la petrolera que emplea a funcionarios de relativamente buen nivel de ingreso, se contrajo.
Los gastos en salud pública en México no deberían ser deducibles, pues esto crea incentivos a la privatización del servicio. Solo mediante un servicio público pagado por todos podremos aumentar la calidad de la atención en salud pública.
Es un acierto que el gobierno haya dejado de pagar seguros privados a los funcionarios públicos, pues eso no sólo reforzaba la desigualdad, sino que sembraba la idea de que la salud pública era un servicio de segunda. Lo que no es acertado es que, a la vez que se cancelaron estos seguros, no se haya aumentado significativamente el gasto del ISSSTE, ya que en 2019, cuando fueron cancelados, su presupuesto sólo aumentó 2.5%.
Asimismo, los médicos privados deben ser fiscalizados con mucho más rigor. El Servicio de Administración Tributaria (SAT) estima que los médicos privados evaden alrededor del 30% de sus pagos de ISR y algunos usan pagos en efectivo para evadir impuestos. La profesión médica debe dejar de ser un paraíso fiscal, pues esos recursos son necesarios para equipar mejor el sistema de salud pública.
En conclusión, hemos creado un país que no está listo para atender a la población y ha vivido de simular que sí lo hace. Es necesario aumentar la recaudación para dar mejor servicio de salud pública y cobrar mayores impuestos a los servicios privados.
Para ello la formación en salud pública es esencial, con el objetivo de que los profesionales adquieran una comprensión sólida de los principios fundamentales de la disciplina, incluyendo conocimientos en epidemiología, estadística, gestión de sistemas, políticas y promoción en salud.
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