23 mayo, 2018
En México la falta de valores y la escasa ética moral de los ciudadanos se ha convertido en un grave problema que ha impactado en varios sectores y ámbitos de sociedad, siendo uno de los más afectados el relacionado con la función de la Administración Pública.
Las fallas en la ética dentro de las instituciones públicas puede deberse a dos vertientes:
– La primera corresponde a las creencias personales del individuo y los valores que predica.
– La segunda es la relacionada con el contexto que lo orilla a determinada situación.
Partiendo de la idea de que la ética corresponde a la disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, propiamente es el individuo quien es responsable de decidir, actuar y/o conducirse por medio de los valores y reglas que definen una acción entre lo correcto y lo incorrecto. Dentro del ámbito en el que se desenvuelve un servidor en la Administración Pública, no importa con cuanta inteligencia o conocimientos se actúe al momento de prestar u ofrecer un servicio, los resultados de dicha acción siempre estarán sujetos a las circunstancias que lo rodean y es en éste punto cuando se aplica la ética.
Por otra parte, la moral debe verse como el conjunto de normas destinadas a regular la conducta humana en función del bien general, o en otras palabras, debe orientar el actuar hacia lo “bueno”, lo “justo” o lo “correcto”. Por ejemplo, un servidor público con grado de maestría o doctorado, que cuenta con los conocimientos necesarios para ofrecer un servicio óptimo a la sociedad, pero que omite información en su trabajo para obtener un beneficio propio, no está actuando de manera moral, aún y cuando sigue formando parte del estudio de la ética.
Uno de los pilares sobre los que se rige el actuar profesional y dentro de la moralidad de la Administración Pública, son los valores, los cuales, vistos desde su perspectiva, son las cualidades inherentes a los individuos, que nos humanizan porque mejoran nuestra condición como personas y perfeccionan nuestra relación directa con el entorno que nos rodea. Los valores se encuentran implícitos dentro de los servidores públicos, independientemente de que se decida actuar o no con base a ellos, pero la mayoría de las entidades de los tres Poderes que rigen en el Estado, han decidido institucionalizarlos como principios rectores y así incorporarlos al quehacer de cada uno de los individuos que en ellos laboran.
La ética, la moral y los valores que profesamos como servidores dentro de la Administración Pública, son conceptos que no sólo nos definen como individuos de acuerdo con un criterio filosófico, religioso, humano o político, sino que se reflejan en los resultados que presentamos y en el compromiso que debemos hacia la sociedad.
Entre mayor esfuerzo pongamos día a día en desempeñar nuestro trabajo basándonos en principios y valores, mayores beneficios y mejores resultados obtendrá la comunidad a la que pertenecemos.
El autor es docente de la Maestría en Administración Pública de IUV Universidad Virtual.